Candela Peña es una choni

«Caritina dio a luz y yo sigo sin darle un golpe de celular» / «Quería que fuera al estreno de 'La isla interior', cuando yo lo que quiero es una exterior y mediterránea como la de Norma Duval» / «... Por eso admiro a Palomita Segrelles. La habitación que ha hecho para sus bebés, ni el vasco con mechas de T5» / «Entre las malas de corazón, nos identificamos como iguales».

Hay tipas que no tienen corazón. Yo, mismamente. Que fíjate desde que Caritina dio a luz, y yo sigo sin darle un golpe de celular porque o bien paso todo el día eligiendo rímel transparente de textura densa pero extendible, o bien mi madre se va con el Imserso y yo como ciruelas Borges con fibra para celebrarlo, o bien pierdo el oremus en Zara Complements para ponérmelo todo en el moño cual Lady Gagá.


Y claro, me llega el viernes un catálogo de viajes hiperexclusivo de Nuba, de esos en los que sólo falta la lata de berberechos para parecer una cesta de navidad o un negro abanicándote con marabúes mientras te pone mirando a Cuenca (para que veas la puesta de sol), para sentirte la Reina de Saba, y a ver ahora cómo le digo yo a Cari Lapique, involucradísima en ese proyecto, que me invite. Imposible.

Mi maldad es mala hasta con su poseedora, o séase, moi, que no veas lo que me gusta ser poseída... Total que, entre las malas de corazón, nos identificamos como iguales. Por eso, fue ver a la tiparraca ésa que dice que es novia de Eduardo, el hombre con el que nuestra diosa en los altares del fox trot, Carmen Lomana, comparte plato de postre, y fue exhalar en voz alta cual Ciudadana Kane: «Chooooni», porque lo de Rosebud no tenía sentido... Desde entonces, me meso los cabellos esperando a que nuestra deidad de reflejos dorados pontifique sobre el amor en la high class y el chonismo de base para toda España. Y por escrito, que sus palabras no se las lleve el viento. Estoy segura de que lo hará. Lo sé. Tengo clarividencia. No se lo quise decir el otro día a Carla Antonelli, pero Carla, nena, soy yo.

Os explico para que no os sintáis desplazadas. Resulta que estábamos ambas escuchando cómo Lucía Etxebarría es una terrorista de los planes didácticos en la presentación de su último libro junto a Bibiana Aído a la que, ¡Oh Dios!, que alguien le insufle dos cápsulas de micebrina, cuando me pregunta: «Oye, tú conoces a la que hace los horóscopos del Magazine?». Con mi tintorro entre mis manitas, la escuché atenta, porque aquello iba a ser toda una confesión entre dos mujeres adultas. Confiesa que es leerlo y quedarse privada de lo que aciertan los astros con ella. Que no se puede comprar otro periódico. Que los domingos, sin el suplemento, se siente como desnortada.

¡Qué fuerte! No, no soy yo. Que a mí me gusta suplantar una identidad más que a Candela Peña un sushi de atún. «Hija, que te vengas. Vente, que te va a gustar, mariiiiica», que ella es muy de jugar con los géneros como Chiqui la de Gran Hermano, hija catódica de Maria Antonia Iglesias. Quería que fuera al estreno de La isla interior, cuando yo lo que quiero es una exterior y mediterránea como la de Norma Duval. La Alberta (Alberto San Juan) no enseña, pero está estupendo. Como sabe que a mí me tira lo que me tira... «Que no y que no. Regálame un zapato». Ahí zanjamos la conversación. ¡Ay! Lo que me gusta a mí el don de las manualidades y el betún de Judea... Por eso admiro a Palomita Segrelles. La habitación que ha hecho para sus bebés, ni el vasco con mechas de T5.

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