Feminismo en el congreso

Tal vez no se pusieran de acuerdo, pero fue muy sospechoso. Las diputadas más relevantes del PSOE, encabezadas por Carmen Romero, se presentaron en el primer pleno del Congreso adornadas con un detallito morado, color tradicional del feminismo. El brillo de los flashes en la cara de Carmen eclipsó a ministros, ex ministros, líderes y hasta a su marido, Felipe González. 

Las mujeres del 25 por ciento quisieron reafirmar su feminismo en el Congreso. La esposa de Felipe González, discretamente maquillada y vestida, se anudó al cuello un pañuelo morado que no le hacía juego con nada; la ministra Matilde Fernández se colocó un ramillete de flores en la solapa; la sindicalista Josefa Pardo llevaba una lila en su chaqueta y la amiga de Carmen, Angustias Rodríguez, portaba un pañuelito del citado color. Claro está que también Loyola de Palacio, del Partido Popular se puso ese día una blusa morada, sin que ello quiera decir nada. 

Además de la ideología, muchas cosas separan a las mujeres socialistas de las conservadoras. Aquellas se visten con un toque progresista, pero a la última y las diputadas del PP se dividen en dos. Las modernas, encabezadas por Isabel Tocino, impecable traje de ante con minifalda y maquillaje a juego, y las del sector tipo ama de casa. Ni el propio presidente del Gobierno, su marido, tuvo nada que hacer el día que se constituyó el Congreso en cuanto a protagonismo. Carmen Romero agotó las pilas de los flashes de todos los fotógrafos con cara de resignación.


Carmen llegó y se fue antes que su marido. Al entrar dijo a los periodistas: «LLego muy tarde, tengo que buscar mi sitio» y al salir declaró que no había podido ver al presidente en el banco azul porque estaba de espaldas a ella. A lo largo de la sesión, aunque se levantó varias veces a votar, no dirigió la mirada ni una sola vez hacia Felipe González. 

Muy cerca de Carmen se sentó Cristina Almeida, a quien IU votó como presidenta del Congreso. Cristina obsequió a Felipe González con varios cachetazos en la espalda, a los que éste respondió con una sonrisa. En los días anteriores a la constitución del Congreso, varias jóvenes trabajaron sin descanso cardando las decenas de alfombras del Palacio de la Carrera de San Jerónimo con el fin de que los nuevos y viejos parlamentarios pisaran mullidito. 

Nombres ilustres de la política española han vuelto al hemiciclo el pasado martes. Como el padre de la Constitución, Jordi Solé Tura, ex militante del PCE, quien departió tanto con el socialista Borrel como con el portavoz de IU, Nicolás Sartorius. O como Fernando Castedo, del CDS, José Federico de Carvajal o Rodolfo Martín Villa, ahora en el PP, que abrazó efusivamente a Adolfo Suárez nada más llegar. También ha vuelto Soledad Becerril, ex ministra de Cultura con la UCD y dirigente del PP. Se nota, por sus modales y vestimenta, que Soledad tiene título nobiliario. En el Congreso que el martes abrió sus puertas, algunos políticos han ascendido de puesto en relación con la pasada legislatura y otros han descendido. Lo curioso es que en el hemiciclo, la importancia política del diputado desciende cuanto más alto es el escaño que ocupa. Veámos. El anterior portavoz del PP, Juan Ramón Calero, se sentaba en la pasada legislatura encima del banco azul del Gobierno, en lugar privilegiado. 

Y este año, por diversos avatares del destino, ocupa un discreto asiento casi en las columnas. Su sillón lo ocupa ahora José María Aznar, a quien los ujieres saludaron con efusividad. Algún experto de imagen ha debido aconsejar al nuevo líder que no se alise el pelo, y ahora luce un rizo natural. Y para descenso, el del CDS. Sus catorce escaños les han colocado justo debajo del Grupo Mixto, en tanto que Miquel Roca y los suyos han descendido varias filas y han desplazado de sus lugares a las huestes del duque.

Quienes continúan inamovibles en sus asientos, aunque han aumentado sus efectivos son los diputados de Izquierda Unida. Su líder, Julio Anguita cumplía 48 años el día de la constitución del Congreso. Anguita permaneció en su escaño gran parte de las cuatro horas que duró la sesión, y solo se permitió una broma cuando Félix Pons llamó a jurar la Constitución a Nicolás Sartorius Alvárez de las Asturias y Bohórquez. «Ahí queda eso», dijo Anguita con una sonrisa. Otro que ha vuelto un poco más viejo y con más canas es Rojas Marcos, al frente de la delegación del Partido Andalucista. Desde el año 82 no pisaba el hemiciclo. Hay otros nuevos diputados que lo son de verdad. Y que el primer día, hambrientos, llegaron al Congreso a las nueve de la mañana preguntando por la cafetería. «En la quinta planta», les indicó la periodista. Y los hay veteranos de pura raza. Máximo Rodríguez, diputado socialista de 80 años, lleva ya tres legislaturas encabezando la mesa de edad encargada de supervisar la elección del presidente y la Mesa. Cuando todos han votado, Máximo Rodríguez lee las papeletas y en 180 ocasiones se empeña en decir: «Féli Pon». Félix Pons se lo perdonó sin duda.

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