El punk sigue vivo

«Punk is not dead» (El punk no ha muerto), la frase mágica que tras la disolución de los Sex Pistols en el último año de los setenta decoraba las camisetas, paredes y vagones de metro de medio mundo, ahora, quince años después de que los cuatro de Londres editaran su primer trabajo y a la vista del recopilatorio Kiss this, recién publicado en España, el tiempo nos demuestra que el cadáver del punk está más que putrefacto. El «no future» que promulgaban estos rebeldes de gardarropía se cumple más que nunca en ellos mismos.

En el año de las conmemoraciones; treinta años del primer disco de Dylan, 25 de la salida del Sergeant Peppers, veinte del glamrock... los Pistols se han apuntado al carro y nos obligan a mira] hacia atrás con genio para descubrir que, efectivamente, los aniver sarios sirven casi únicamente pare demostrar que los postulados de momento jamás se cumplen. Ellos -como grupo- murieron er el momento perfecto. Lo adecuad( de su fallecimiento musical parecí una más de las estratagemas de sabio Malcolrn Mc Laren, que sup( construir paso a paso la carrera dl esta banda que convirtió al año T en todo un hito dentro de la histo ria del rock. En pleno éxito, a tu paso del precipicio de la mediocre dad más absoluta y dos segundo antes de convertirse en una carica. tura patética y narcotizada de lo «chicos más rebeldes del rock», lo Pistols tuvieron la delicadeza -po supuesto inconsciente, no podía esperarse menos de ellos- de dejarnos en la retina la imagen de un cadáver joven, rebelde y lleno de energía supurante.


Pero ahora lo han estropeado todo. Podían haberse quedado quietecitos o quizá decidirse en su momento a compartir el destello de agudeza mental de Sid Vicious, suicidándose en extrañas circunstancias, en el momento adecuado -los veintipocos años parece ser la edad más adecuada. Pero no, se empeñan en agotar la gallina hasta el fondo y se atreven a hacer publicidad de American Express, afirmar en anuncios de cerveza para «yuppies» que «las cosas no son como antes y que su basura («punk» significa desperdicio en inglés) es mucho más exquisita que antes»; no tienen pudor a la hora de ofrecer al mundo su imagen bronceada y una curva de la felicidad que nada tiene que ver con su nihilismo de antaño y aseguran, impertérritos, que ya, ni siquiera se drogan. 

Los vómitos sobre el público, las autolesiones con cuchillas en pleno escenario, los desfallecimientos etílicos, las crestas policromadas, los «slogans» destructivos como mantra, la escualidez palidísima y esa ideología tomada con imperdibles, que respondía a la crisis económica de una Gran Bretaña a punto del colapso, han quedado atrás para dar paso a rentistas satisfechos, cercanos a los cuarenta, que viven en una especie de jubilación funcionarial anticipada. Steve Jones reparte su tiempo entre reuniones de Drogadictos Anónimos, paseos por la playa de Los Angeles, el fútbol y alguna que otra producción de grupos locales. Paul Cook (el batería) vive obsesionado por recuperar parte de los derechos de autor de los Pistols que le arrebató hace tiempo McLaren y entre pleito y pleito pasa temporadas bajo el sol de la costa española, cuando sus «obligaciones» no le reclaman en Los Angeles. 

Glen Matlock (que llegó en el lugar del insustituible Syd Vicious) se empeña en demostrar (una vez más) su mediocridad musical con un grupo, The Marvericks, que comparte del grupo, Steve Jones, Paul Cook y Johnny Lydon tal como son ahora. Bronceados, sanos, con el pelo en su color natural y sin imperdibles en la boca nombre con la nueva discográfica de Madonna y Johnny Lydon -lo de Rotten (podrido) queda para tiempos mejores- sigue con su P.I.L, intentando romper, sin demasiado empeño, el maleficio de los Sex Pistols. Quizá tengan razón; ya hayan hecho suficiente. Los compases (y las sílabas) de algunos de los temas que aparecen en el disco, como Anarchy in the UK, God save the Queen, No Fun o Submission ayudan a entender, con perspectiva, la labor de la revolución punk. Ahora, además, con la reinvasión de los sonidos dinosaúricos, la resurrección de Mike Oldfield, Emerson Like and Palmer, Pink Floyd e incluso Asia. Se entiende porqué el punk enganchó a la juventud desde el principio. El enorgullecerse por no saber tocar instrumentos, la rebeldía estética y el romper con el pasado fueron posos que, cada cierto tiempo, vuelven a las neuronas de los aspirantes a músico; quizá Kiss this sea el revulsivo que toque este año.

Comentarios

Entradas populares: