En España se utilizan animales para la tortura

Esgrimiendo adjetivos como «tradicional» o «popular» y amparándose en la propiedad privada y particular, en España se pueden utilizar animales para la tortura. Un ganadero, un mozo, el alcalde o cualquiera puede comprar un animal que luego «donará» para las fiestas. Se amparan en que es propiedad privada y su uso es libre. La tortura no la considera como tal la mayoría de los participantes a estas fiestas «salvajes», que se celebran cada año en diferentes localidades españolas. Catorce comunidades autónomas permiten que sus pueblos -o al menos no hacen nada por evitarlo- celebren estas fiestas que bien pueden ser patronales, religiosas o paganas. El número de localidades españolas que practica el maltrato a los animales asciende a más de 80. Se dice pronto, pero si tenemos en cuenta que de 17 comunidades autónomas que hay en España, 14 son cómplices por acción u omisión, no es una cifra que extrañe. Los animales más utilizados en estas peculiares actividades festivas son: toros, asnos, gallos, cerdos, patos, vaquillas, cabras, novillos, gansos, burros, terneros, etc. Entre las fiestas más conocidas está, quizá, la de Lequeitio (Vizcaya). Los lugareños utilizan para sus «juegos» gansos colgados cabeza abajo de una cuerda, que atraviesa el puerto.

Los hombres se acercan en embarcaciones marineras y enganchan al animal como pueden, pero principalmente del cuello, que se lo han de arrancar. Los que están en el puerto aflojan y tiran de la cuerda para que el participante se hunda en el agua y vuelva a surgir, reiteradamente, mientras lucha por desplazar la cabeza del cuello del animal. Todo vale, mordiscos, tirones, con tal de conseguir su objetivo. Hasta hace dos o tres años, los gansos que colgaban estaban vivos. Pero a raíz de una fuerte polémica promovida por las asociaciones en defensa de los animales, esta práctica se hace ahora con gansos muertos. En esta linea está el pueblo de Carpio de Tajo (Toledo). Aquí, los mozos, normalmente los que ya han hecho el servicio militar, van montados a caballo y con su mano libre tienen que arrancarle el cuello al ganso. La crueldad va más allá, al elegir aquellos que tengan más dureza en su cuello para que tarden más tiempo en morir. Pero no sólo son gansos. En Guarrate (Zamora) lo hacen con gallos. 

Algunos pueblos, hambrientos de emociones fuertes, no se conforman con utilizar aves de corral o pequeños animales domésticos y recurren a especies protegidas sin hacer caso de la legislación que prohíbe el exterminio de las mismas. El pueblo madrileño de Robledo de Chavela ofrece uno de los mejores ejemplos de esta «práctica festiva». En Robledo echan mano de las ardillas, además de gatos y palomas durante la Semana Santa, concretamente el domingo de Pascua, haciendo gala de un espíritu lúdicoreligioso de díficil comprensión. La tradición dicta que la procesión del domingo de Ramos se detenga ante un madero que tiene unos cántaros colgados alrededor. La noche anterior, en esos cántaros se han introducido palomas, gatos y ardillas. A los acordes del himno nacional se rompen los cántaros a pedradas y los animales caen unas veces muertos y otras heridos. Las ardillas están protegidas por el Convenio de Berna y cuando se les dijo a los vecinos del lugar, contestaron que había muchas en el monte. Además de esta falta de sensibilidad, según la Asociación Nacional para la Defensa de los Animales (ANDA), esta tradición es defendida enérgicamente por el párroco, que la asocia a la lucha contra el pecado.

También abundan los ejemplos de tortura a los cuadrúpedos. Los toros y vaquillas son las víctimas de las fiestas populares por excelencia. Existen cientos de formas de hostigar a los bóvidos, elaboradas a la perfección a lo largo de los tiempos. Quizás uno de los ejemplos más dramáticos sea la conocida «Corrida Marinera», que consiste en arrojar un toro al agua, previamente enfurecido por llevar clavadas multitud de banderillas. En Candas (Asturias), cuentan que en el año 1988 se arrojó un toro tantas veces al agua que prefirió ahogarse a regresar a la orilla y seguir soportando la tortura. El año pasado, el toro consiguió escapar a sus perseguidores, pero apareció en el pueblo de al lado, sembrando el pánico. Pero cuando faltan los toros, o resultan demasiado caros, los pueblos se decantan por otros mamíferos.

La cabra es el «juguete» elegido en Manganeses de la Polvorosa (Zamora). Desde la torre del campanario se la arroja y luego los festejantes la rodean en el suelo para ver si está reventada.En caso contrario, la rematan. No falta tampoco el espectáculo de «Toronto» y tiovivo en pueblos como Colmenar Viejo y El Pardo, en Madrid, a base de ponies y burros en el que los animales dan vueltas hasta el agotamiento. Un burro viejo es el preferido en las fiestas de «Pero Palo» de Villa Nueva de la Vera (Cáceres), que tanta repercusión han tenido en la prensa inglesa. Al animal se le arrastra de una soga durante todo el día sometido a tratos vejatorios hasta que revienta.

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