Implantes de chips en el cerebro

La empresa estadounidense Cyberkinetics ha logrado la autorización de las autoridades sanitarias de este país para iniciar, con cinco parapléjicos, ensayos clínicos de su sistema BrainGate, un diminuto chip que se implanta en el cerebro y puede permitir utilizar un ordenador sólo con el pensamiento.

El BrainGate, según un comunicado de la compañía, abrirá a los paralíticos todas las posibilidades que hoy ofrece la robótica, desde el control de los aparatos de su entorno hasta la posibilidad de mover sus extremidades. «Su desarrollo es la culminación de 10 años de investigación en la Universidad de Brown y no sólo hemos demostrado la seguridad en los implantes en monos de los dos últimos años, sino que se pueden desimplantar», ha comentado el doctor John Donoghue.

Se trata de un microchip, no mayor que una aspirina, que contiene 100 electrodos, tan finos como pelos, capaces de detectar la actividad eléctrica de las células cerebrales y que se coloca a un centímetro de profundidad, en el área que controla los movimientos.Un cable conecta este sensor con un computador externo que, a su vez, utiliza un programa de descodificación.

Algunos han comparado el resultado con personajes de la película Matrix. Eso sí, en la vida real es mucho más complicado averiguar que señales eléctricas neuronales indican la intención de realizar un determinado movimiento, dentro del mare mágnum de actividad del cerebro. Los científicos aseguran que, en cierto modo, lo que hace el chip es leer la mente.


En Estados Unidos, científicos como Dawn M. Taylor, de la Universidad Case Western Reserve, ya han augurado que «un desastre de Cyberkinetics en un estadio tan temprano de las investigaciones en este campo podría dar al traste con sus posibilidades de futuro». Otros creen que era el momento de probar estas tecnologías en humanos para seguir avanzando.

Para el español José Carmena, del Centro de Neuroingeniería de la Universidad de Duke, «se trata de un anuncio comercial porque en Cyberkinetics tienen prisa en ganar dinero». No en vano han invertido nueve millones de dólares en el proyecto. Es más, en su opinión, los beneficios para los enfermos no son mayores que los que ofrecen otros sistemas en los que los electrodos no se implantan, sino que se enganchan al cuero cabelludo y son menos invasivos, como el que desarrolla otro español, José Millán del Rocío.

También Jordi Aguiló, investigador del Centro Nacional de Microelectrónica del CSIC, considera «muy arriesgados» estos microchips. «Lo que intentan es leer señales cerebrales que son muy débiles y están muy enmarañadas y por ello usan un cable; pero ello supone dejar en la cabeza una vía abierta que puede ser un foco de infecciones en un sitio muy delicado. Eso sí, sin riesgo la ciencia no hubiera avanzado», reconoce.

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