Clases en palacio

Los fantasmas de las mujeres de Felipe II que pasean por el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, las noches de luna llena de agosto, se codean desde hace tres años con la élite de la cultura mundial.

Encantadas y seducidas por la música de los mejores artistas que interpretan bellas melodías en el antiguo Patio de los Reyes, agradecen en silencio que Gustavo Villapalos haya llenado de vida un edificio dormido en el siglo XVII.

Los cursos de verano de la Complutense han cambiado la leyenda que cada agosto revivían los vecinos del lugar. Las universidades, cuando acaba el curso, cierran sus aulas de invierno y se trasladan con su saber a otra parte. La mayoría de las sedes donde se, imparten los cursos estivales son edificios históricos, generalmente del siglo XVII. Monasterios, palacetes de verano y conventos se convierten en esta época del año en difusores de la cultura universitaria.

La universidad de Castilla-La Mancha, veranea en Cuenca en un antiguo convento de monjas carmelitas de clausura restaurado por la diputación provincial. Cuarenta y seis años tardaron en construir el convento que se financió con las limosnas de los devotos cortesanos, entre los que se encontraba Felipe IV. Este edificio no tiene camas y los conferenciantes duermen en la residencia de la UIMP, próxima a la casa de las monjas. La Universidad Internacional Menéndez Pelayo comparte convento con Castilla-La Mancha.


La experiencia de cincuenta y siete veranos de la UIMP dedicados a promocionar estos cursos en Santander, le han servido para poder instalar sedes en varias ciudades españolas. La UIMP ha abierto también este año sus libros en el Patio de Banderas de Sevilla, en el Palacio de Pedralbes de Barcelona, en la Escuela Superior de la Marina Civil de La Coruña y en un aula de la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM) de Valencia. Todas ellas se destacan por la calidad de los edificios donde están instaladas.

Sin embargo, el Palacio de la Magdalena, que funciona de sede principal de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, es el edificio peor conservado de los que se utilizan durante los cursos de verano. «Uno de los palacios españoles más importantes está a punto de desplomarse». Así lo han expresado algunos de los alumnos que están participando en los seminarios de verano. Las paredes del edificio se derrumban, los techos se desploman, los suelos se abren y las escaleras se hunden.

La propia UIMP ha criticado el desinterés político que existe sobre el centro que sirve de recinto para sus cursos. La Universidad está preocupada por la conservación de este edificio pero sus dirigentes aseguran que la reformó no es sólo competencia de ellos «sino también de la Diputación y del Ayuntamiento».

El premio Menéndez Pelayo, Martín de Riquer, ha sido uno de los muchos testigos del deterioro de las instalaciones. El académico y filólogo catalán, premiado recientemente, no daba crédito a sus ojos cuando el día de la inauguración de los cursos de este año pudo comprobar los muebles y los lienzos roídos por las abundantes ratas que se pasean tranquilamente por todas las salas del Palacio. Martín de Riquer se extrañó todavía más cuando un ruido alteró su sueño en una de las habitaciones donde se alojaba.

A la mañana siguiente le informaron que «sólo» había sido una de las habituales roturas de cañería con la correspondiente fuga de agua. Este descuido en la restauración contrasta, sin embargo, con el preciosismo con que otras entidades han reformado los edificios que acogen a los «universitarios-de-verano».

La antigua Universidad de Salamanca, primera de Europa en otro tiempo, ha ido restaurando sus aulas poco a poco y sin perder el sabor de lo antiguo se han adaptado espacios para las innovaciones tecnológicas aplicables a la enseñanza. Junto al aula intacta del siglo XIII, donde daba sus lecciones Fray Luis de León, se encuentra una clase restaurada con sillas de fornica y ordenadores personales.

Y allí, con los espíritus, de los mejores literatos de todos los tiempos se acercan en verano desde hace dos años las culturas de España e Hispanoamérica. El Escorial utiliza el Monasterio sólo para las grandes celebraciones, presentación, homenajes, clausuras y grandes conciertos. Pero las aulas se reparten entre otros edificios con historia. En la Hospedería, a la sombra inhóspita de la inmensa cruz del Valle de los Caídos tienen lugar cursos y seminarios que no caben en San Lorenzo.

En El Escorial, el escenario del teatro Coliseum Carlos III, construido por el Rey en el siglo XVIII, ha servido de marco para un curso sobre arquitectura contemporánea. Estos palacios y palacetes, conventos, y teatros tienen doble vida. En invierno siguen funcionando. Son sedes permanentes de actividades culturales. A veces de las propias universidades que las ocupan en verano, a veces no. Sin embargo, no todas las universidades españolas tienen una «casa grande» donde veranear.

Los cursos estivales, en muchas provincias, se celebran en el edificio de la universidad de invierno o en sencillas aulas prestadas. La Universidad de Vigo instala sus cursos de verano en el Centro cultural de la Caixa desde hace siete años. Sevilla se queda en la sede de invierno. Y también Valladolid y León se quedan durante estos dos meses de apretadísimo calor en su propio campus. Pero, probablemente, quienes mejor recordarán dónde han pasado los cursos de verano serán aquellos que hayan podido respirar arte en el ambiente. «Además del interés de los seminarios -comenta un alumno que asiste este año a Salamanca- hemos podido contemplar uno de los mejores monumentos del mundo».

En El Escorial, muchos estudiantes que han acudido a los cursos hablarán más del lugar donde han estado que de lo que han podido aprender «y que también ha sido mucho», dicen. Pero sobre todo, los que más grato recuerdo se llevarán serán aquellos que jamás habían visitado antes el monasterio, como es el caso de Carlos Berbejal, a quien su compañero «Tote» Marín ya le ha preguntado lo mismo que Belardo dijo a Gaseno en el libro «Tragedia del rey Don Sebastián», de Lope de Vega: «¿Esta grandeza no vistes hasta agora?»

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