En el PSOE quedan algunos que rezan

Por supuesto, que los socialistas son laicos. Cuando menos, lo eran tres lustros atrás, cuando descubrieron que eran unos pocos centenares con, algunos, viejos y olvidados carnés con martillo y yunque. Lo de la rosa y el puño llegará más tarde, después del milagroso episodio de Suresnes.

Y luego, la sucesiva, y hasta la fecha interminable, sucesión de milagros y milagros, en el 82, en el 86, en el 89. Alguien del PSOE tiene que ponerse a rezar con muchísima fuerza, cada vez que se ponen a funcionar las máquinas de escrutar votos, para que, contra casi todos los pronósticos y presagios, González se alce con diez millones de votos el sábado hizo siete años, consiga seguir en la OTAN por la vía del referendum, y revalide, hasta en tres ocasiones -de momento- la mayoría absoluta. Cualquier día nos canonizan a algún socialista.n

El fuerte del PSOE, en esta ocasión, ha demostrado estar en «los restos», en los últimos votos. En ese reparto de, acaso, los votos más madrugadores, que son los que están en el fondo de las urnas, cuando se les da la vuelta para empezar el escrutinio. Ahora, los socialistas de González han de ponerse a otra clase de «reparto de restos»: el reparto de los cargos restantes, que alguno será preciso repartir, siquiera como fórmula de compensación. Vean.

Por ejemplo, se hace imprescindible decidir qué se hace con el que fuera vicepresidente del Congreso de los Diputados en la anterior Legislatura, Leopoldo Torres, a quien se convenció para cambiarse de lista y aspirar a un escaño senatorial, con la idea de hacer de Torres, finalmente, y después de tantas suplencias -de Peces Barba o de Félix Pons-, un presidente titular de una de las Cámaras legislativas, aunque fuera el Senado. Pues, bien: descabalgado del Congreso, resulta que no «funciona» para el Senado y se queda compuesto y sin ninguna clase de escaño. A verlas venir, y a ver quién lo recoge «de la calle».

Esta es otra de las papeletas que tiene ante sí el jefe del Ejecutivo. Quién será el siguiente ministro de Exteriores. Narcís Serra es el primer candidato. Ha dicho de él Ordóñez que lo haría muy bien. -No iba a decir que sería un desastre, y que bastaría con mirar el lío que deja en Defensa para invalidarlo como aspirante o candidato...-. En cualquier caso, lo evidente es que la marcha no deseada de Ordóñez, y pese a insistirle en que se quede, deja abierto «el melón» de una remodelación no deseada, de las que siempre dan pereza al Presidente.

Tampoco habrá de pasar por alto otra eventual sucesión, la de Luis Solana, y su equipo directivo, al frente de RTVE. Bien quisiera el interesado permanecer, por más que no le falten correligionarios que sostienen que «se han ganado estas elecciones pese a su gestión televisiva» y no precisamente por su ejercicio. Habrán visto la broma de Montalbán, a quien se le ocurre designar director de Vandellós 1 al ínclito expresidente de la infernal Telefónica. Hasta al cómico Boadella lo ha conseguido poner en su contra, como antes sucediera con Gurruchaga.

Pero no todo se va a reducir a hallarle un hueco y un sueldo oficial a Leopoldo Torres, un sustituto a Ordóñez y a discutir si se tiene el detalle de obsequiar a la oposición y a la opinión con la cabeza del «gran manipulador» Luis Solana, o si, por el contrario, «se vende cara su piel», a cambio, acaso, de una negoiciación previa del infumable Estatuto de RTVE, que satisfaga a una oposición crecida y animosa. Volveremos a especular, abundantemente, con la creación de ese Ministerio de Infraestructuras que terminaría con un ministro riojano llamado Cosculluela, y acaso con otro Ministerio que reúna todos los objetivos del «noventa y dos», para el que ya se habla del Secretario de Estado Javier Gómez Navarro. O sea, que se vuelve a mover el banquillo.

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