A Zulema no la dejan entrar ya en el palacio

En otro trágicocómico capítulo de este vodevil conyugal, que afecta muy seriamente al sistema democrático argentino, Zulema se enteró de su desalojo oficial a las dos de la tarde del martes cuando llegó con su caravana de siete vehículos a Olivos y las verdes puertas de hierro no se abrieron para ella.

Su marido había decidido aplicar la noche anterior el decreto por el que se fijaba atribuciones para designar quién entraba o salía de la residencia presidencial de Olivos. El regimiento de granaderos a caballo -pero en uniforme de combate- decidió aplicar la orden a rajatabla. A través de la cerradura del enorme portón, se veía a Carlitos Menem junior -el corredor de autos- negociar acongojado con un coronel en uniforme la entrada de su madre. «Nones» parecía decir el militar apesadumbrado, si se interpretaba su movimiento. Con su pelo engominado, con su piel aceitunada blanca como nunca y caminar sensual baja la hija de Menem y se dirige al portón: «Soy Zulema Menem. Abran la puerta». Nada. Los militares taparon los agujeros del portón con sus gorras verdes para impedir la vista.

«Carlitos, Carlitos. Te llama tu mamá» empezaron a gritar los periodistas a Carlitos, que lloraba tras los muros de la residencia. El hijo de Menem se subió a su Renault rojo, las puertas se abrieron para que él saliera. Fue cuando Zulema madre, Zulema junior y Carlitos se abrazaron en la mitad de la calle acongojados.


Muchos periodistas sintieron vergüenza ajena. En medio de un caos de cámaras, apretujones, codazos de la escolta, que no quería que la primera dama hiciera declaraciones, la familia desalojada comenzó a hablar. «Esto es un abuso de poder. Acá no se puede manosear a la familia del presidente» bramó Zulema, la primera dama. Con su pelo rubio teñido, varios anillos de oro y una cadena con un cuadradito que encerraba un versículo del Corán, la musulmana señora Menem no ahorró gritos ni escándalo a su marido. A gritos destemplados, sonrisa de plástico y ante el apretujamiento de los cámaras en lucha con los pisotones de los guardaespaldas y sus discretos codazos, decía: «Muchachos, por favor. Cálmense. Respeten al país, a Argentina.

Por favor, estamos dando una imagen lamentable fuera del país». Carlitos junior trató de explicar qué pasaba: «Anoche fuimos desalojados por la fuerza y hoy por decreto. Yo acabo de salir de la residencia por orden del presidente. Recibí un papel firmado por mi padre donde desaloja a su esposa y a sus hijos. Es mentira que el decreto es sólo para mamá». Y con los ojos llorosos, prosiguió: «Papá nos había prometido en Paraguay -en una escala de su giraterapia emocional por el mundo de 14 días- regresar a casa. Pero no cumplió. Aparentemente le llenan la cabeza de alguna forma, lo dominan. Papá está totalmente manejado por la gente que lo rodea».Un periodista preguntó a Zulema si ella estaba divorciada. «Por favor, querido, no hablemos de ruptura del matrimonio. Esto va mucho más allá que una separación» dijo furiosa y con voz de tango. «¿Dónde va a dormir esta noche?» insistió otro periodista.

Como si no bastara, la familia Menem aseguró que «todo lo que tenemos es lo puesto». Con un chándal turquesa y zapatillas de tenis, la primera dama dijo: «Todo lo que tengo es esto -señalando su deportiva vestimenta. Toda la ropa está ahí dentro, en Olivos y la rescataremos por ley». A más preguntas, más furia y desafío de Zulema: «Yo quisiera que venga el presidente a dar la cara, porque en este país todo se hace por decreto.

Aquí hablamos de la familia como el pilar fundamental de la sociedad. Y se está destruyendo a una familia por decreto». «¿Por qué denuncia usted tanto la corrupción?, ¿quiénes son los corruptos?» preguntaban en medio del caos los periodistas, más anonadados por el escándalo que los vecinos y tanto como los militares. Zulema ha adoptada el argumento de los militares carapintadas, que denuncian la corrupción como forma de desprestigio de la clase política. Menem, que ayer se reunió con el jefe del Ejército, se enfrenta serios problemas por aumentos salariales con los militares. El jefe del Ejército Martín Bonnei amenaza con su retiro si no los concede y en Mendoza hay un destacamento militar declarado en rebeldía, aunque todavía no han llegado al amotinamiento.

Comentarios

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