Santiago Sierra le hace un feo al Papa

Nadie pudo percibir lo que los artistas Santiago Sierra y Julius von Bismarck proyectaron en el altar mayor construido para la homilía que Benedicto XVI oficiaba ante el millón de jóvenes que se congregaron en el aeródromo de Cuatro Vientos (Madrid) durante las Jornadas Munsiales de la Juventud, el pasado mes de agosto. Era un rotundo NO. Una negación sulfúrica. Una forma de mostrar el desafecto ante lo que significaba aquella concentración de fieles alrededor de la máxima figura de la Iglesia católica. El resultado de aquella acción, englobada en el work in progress de Sierra titulado No Global Tour, sólo existía para los artífices.

Pues el documento era la fotografía que vendría después. La guerrilla activa de una instantánea, como ayer adelantaba elmundo.es, tomada con un artefacto singular desarrollado por Von Bismarck: el fulgurator. Una cámara de 35 mm. con un flash sincronizado que proyecta imágenes en el mismo instante en que otra cámara dispara sus culebrinas. El mensaje no es perceptible por el ojo humano, pero sí queda fijado en las fotos que se reproducen después.

Este trabajo está incardinado en el vasto proyecto con el que Santiago Sierra (Madrid, 1966) recorre el mundo empuñando un NO que es una respuesta inquebrantable contra todo aquello que el artista considera herramientas de control, territorios de poder blanqueados por idearios que en su fondo son un coto a las libertades.

En una entrevista reciente con este periódico, el creador madrileño subrayaba una de las ideas que asume como pistón de su trabajo: «La sociedad, para la mayoría de los individuos, es un sistema de trampas fríamente calculado y resulta difícil no caer en alguna. Pienso en la religión, en el fútbol, en el mundo del trabajo, en el sistema educativo, en los medios de comunicación, en la droga... Lo que he estado haciendo toda mi vida es hablar de la libertad en sus defectos, de las esperanzas fracasadas de la modernidad. La misma estructura se repite en todas partes: un protectorado de elites culturales y políticas trabajando como cómplices de un poder externo que suele estar en Centroeuropa, en EEUU o en Londres, empobreciendo a la población y enriqueciéndose a sus espaldas».

Y a eso responde, sin duda, NO Global Tour. La secuencia de estas imágenes, que incluyen también otros NO proyectados en las ropas y rostros de los policías que emplearon la fuerza contra los colectivos que se manifestaron por los privilegios que acarreó la visita de Ratzinger a Madrid, se exhiben dentro del festival PhotoEspaña hasta el próximo 13 de julio en la muestra NO proyectado sobre el Papa, en la calle de la Escuadra, 11. Sierra y Von Bismarck se empotraron con un grupo de devotos paraguayos y aprovecharon el reflejo de los miles de flashes en Cuatro Vientos y en la misa de Cibeles para que su rechazo se estampara a la derecha del Papa. Nada es imposible, reivindicaban.

Sierra, invitado a intervenir en el pabellón de España de la Bienal de Venecia de 2003 y que el año pasado rechazó el Premio Nacional de Artes Plásticas que concede el Ministerio de Cultura, no se considera un artista político: «No lo soy. Sencillamente vivo en este mundo y hablo de él y de las relaciones que establezco con el entorno a través de mi obra... Toda definición lleva dentro su farsa. Si yo fuera un artista chino sería un disidente y no un radical. No me gustan esas convenciones del lenguaje. Igual que no entiendo el que para algunos una situación laboral próspera sea síntoma de entrega irremediable a esos tipos con corbata que están arruinando el país. No quiero saber nada de ellos. Y no me lo callo. Entiendo el arte como ejercicio de libertad».

Las acciones de Santiago Sierra tienen irremediablemente un punto de escándalo, un golpe de efecto, un desafío y una singularísima profundidad. Hay en su trabajo una denuncia que tiene que ver con la perversión que propician ciertas relaciones laborales, con el uso de la inmigración como mercancía, con la falsa bondad, con las manipulaciones de la memoria, con los excesos del capitalismo, con las anomalías y deformaciones de la sociedad de consumo...

Entre sus muchos trabajos destacan acciones como tatuar una línea de 10 centímetros de longitud en la espalda de unas yonquis por el precio de una dosis de heroína; o 10 sin papeles que cavan su propia tumba; o llenar de turba una sala de exposiciones en Alemania; o inundar de gas una sinagoga cerca de Colonia; u ocultar en la bodega de un barco de carga a 20 trabajadores; o rociar con poliuretano espreado a 10 trabajadores iraquíes contratados para la ocasión para una intervención en la Lisson Gallery de Londres...

En la conversación mantenida hace unas semanas, Santiago Sierra apostaba por aquel arte que predispone a la incomodidad, que establece una nueva óptica del presente desde el riel de una actitud contraria al mainstream cultural: «Me gusta el arte que causa problemas, el que provoca conflicto. Y que el conflicto empiece por mí. Las obras que más me atraen son las que me suscitan vértigo al pensarlas. Es una forma de enfrentarte a los miedos propios, sin olvidar que muchos de los miedos son inducidos. Por eso es tan necesario el intento de mirar con lucidez el mundo exterior. Y tal actitud requiere atacar aquello que impide observar con claridad. De ahí que mi trabajo tenga una carga profundamente negativa. Hablo en espejo, mostrando lo contrario de lo que nos imponen que veamos. El del no es el único lenguaje posible con el poder, como decía García Calvo. Estoy incapacitado para aceptar una realidad unidireccional. Y tampoco la Cultura o el arte son lo que querríamos».

El penúltimo objetivo de Santiago Sierra ha sido el Papa en su altar de gloria. Y lo ha hecho sin estridencias. Sencillamente con la fuerza del iconográfico. Con ese NO que es un lema, una actitud, una poética. Un puño sin ofensa. Una rotunda forma de impulsar también el pensamiento.

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