Electrik el dueño de Forocoches

En su Dictionaire philosophique Voltaire dedica al conde de Aranda unos piropos que a punto estuvieron de costarle caros a éste, de la misma manera que una carta excesivamente optimista del revolucionario Abate Gregoire comprometió ante la gazmoña opinión pública española la figura del último inquisidor general del Antiguo Régimen, don Ramón José de Arce, cuya vida uno se ha atrevido a novelar. A Arce se le suponía, a pesar de su encumbradísima posición, ateo, masón y mujeriego, aunque se pasó una gran parte de su vida disimulándolo con bastante eficacia. A Aranda Voltaire le supuso seguramente intenciones reformistas que iban más allá de lo que el ilustre aragonés consideraba hacedero en la España de su tiempo. 

O que incluso lo que le costó a éste pasar a la historia de España -esa historia que casi siempre han escrito los conservadores- como un masón de cuidado «masonazo» decía el extinto dictador. Que no lo era lo ha demostrado cumplidamente Ferrer Benimelli, el más importante historiador de nuestra masonería, debelador incansable de cuanta tontería reaccionaria se ha dicho por escrito en nuestro país, muchas veces ante la bobalicona pasividad intelectual de una izquierda más vociferante que pensante.

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